Independiente de la forma que asuma el Estado, aparece el
ciudadano y las distintas maneras de ejercer la ciudadanía. En toda sociedad,
los ciudadanos son las personas que construyen el Estado.
Usted, su familia, sus amigos, los compañeros de estudio
o de trabajo y también aquellas personas que no conocemos pero vemos en los
distintos lugares de las ciudades, en el campo,
en las empresas, en la calle, en los medios de transporte, en fin, en
todos los lugares, además de la ocupación, bienes, edad, creencia, género,
gustos y costumbres, todos son ciudadanos.
Ser ciudadano es una condición no entendida, no
asimilada. El ejercicio de la ciudadanía puede darse de forma pasiva, con una identidad, un nombre, un domicilio,
una rutina y el cumplimiento de funciones naturales para suplir necesidades
básicas y primarias.
Como consecuencia, el ejercicio incompleto o inapropiado
de las funciones ciudadanas, lleva a la constitución de Estados injustos que
amparan regímenes carentes de igualdad, libertad y bienestar de la población.
En estas épocas se ha descubierto que no basta con
pertenecer, con ser invitado de número o hacer solo parte de las estadísticas;
se requiere de algo más, que esa pertenencia tenga sentido y para que cada
acción cobre importancia se requiere de la participación consciente y
permanente; es decir, de una ciudadanía activa
El ejercicio de una ciudadanía activa se refleja en
acciones. Una acción que merece destacarse es la de la solidaridad. Cuando se
presenta una catástrofe a nivel local o mundial, se acude de inmediato al
llamado de la solidaridad. Desde luego, la mayoría de ciudadanos somos
sensibles al hecho ocurrido y a la invitación a mitigarlo por algún medio. Se
dan y damos aportes, limosnas, contribuciones, ayudas, colaboraciones y
donaciones; nos sentimos altamente satisfechos.
Sin embargo, siendo este el primer peldaño de la solidaridad, allí
no se agota la solidaridad; allí comienza.
En otro tipo de acciones, más cualificadas, el ciudadano
en ejercicio de sus funciones, emprende acciones con sentido, se dispone a construir
organización, llámese ésta sociedad o Estado. Con la organización contribuye conscientemente
a la solución de necesidades sociales. Junto a otros ciudadanos, comparte no
solo los valores e intereses comunes y diferencias; adquiere un compromiso,
responsabilidad y corresponsabilidad. Su trabajo y función como persona y
ciudadano interactúa con el trabajo de los otros ciudadanos; las soluciones a
las necesidades sociales y a los conflictos ya no son producto de la
sensibilidad reactiva, son producto de la participación, de la organización
racional y solidaria que previó estratégicamente las acciones.
La ciudadanía
activa va construyendo una sociedad incluyente y justa, en donde la participación
se convierte en contribución. Por tanto, en la contribución del ciudadano al
Estado y en el retorno de ésta mediante soluciones y beneficios, cobra vida la
verdadera solidaridad ciudadana. Si esta
contribución se efectúa como se ha venido señalando, el ciudadano contribuyente
sentirá satisfacción por contribuir solidariamente.
Para que todo esto se haga realidad preguntémonos: ¿Qué
debo hacer como ciudadano si quiero una mejor sociedad?
Cultura de la
Contribución. Un
compromiso de construcción colectiva de sociedad y bien común
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