martes, 21 de octubre de 2014

Importancia de una Cultura Aduanera en Colombia


“La astucia puede tener vestidos, pero a la verdad le gusta ir desnuda”
Thomas Fuller

Colombia es un país que históricamente ha estado azotado por diversos comportamientos ilegales y delictivos por parte de algunos miembros de la población. Narcotráfico, evasión de impuestos, corrupción y contrabando, entre otros. Estos son hechos contundentes que afectan  el bienestar y la convivencia de la gran mayoría de nuestra comunidad.

En este contexto planteado, las acciones de control de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales, DIAN, contribuyen a disminuir sustancialmente estos eventos negativos.

Por eso, cobra importancia la Aduana, quien al facilitar los procesos de comercio exterior, ejerce controles para evitar acciones de contrabando y lavado de activos.

Su accionar permite el ingreso y salida de mercancías de manera legal, protege la economía nacional y canaliza los ingresos por estos conceptos. Estos ingresos entran a hacer parte del presupuesto nacional para su distribución  en los diferentes sectores para el beneficio de la comunidad mediante obras, servicios y bienestar.

Pero, ¿qué ha pasado con las aduanas en el territorio que hoy es Colombia?

En las épocas coloniales se conoció la existencia de barcos de comerciantes y piratas extranjeros que se acercaron a las costas de la Nueva Granada con el propósito de vender sus mercancías y llevar para Europa nuestros metales preciosos. Esto lo lograron con métodos diversos: desde la violencia e intimidación a las poblaciones costeras (no en vano tenemos murallas en nuestra ciudad de Cartagena), hasta el soborno, chantaje y engaño a los funcionarios de la corona española, quienes se involucraron en actos de contrabando y corrupción en detrimento de España y por supuesto de las propias colonias americanas. 

Durante el siglo pasado, por efectos de la modernización, Colombia y el mundo dieron un gran paso en su organización económica y productiva. Los cambios en la infraestructura y adelantos en las ciencias, permitieron un mayor crecimiento y desarrollo social y económico. Sin embargo, las condiciones culturales heredadas por nuestra población se mantuvieron a la sombra de los nuevos desarrollos tecnológicos y civilizatorios. El pensamiento, creencias, y comportamientos, de la sociedad no permitieron el ejercicio responsable de la ciudadanía; el individualismo egoísta no democrático, estuvo presente en todo el territorio colombiano.

La apertura al mercado mundial no ha venido acompañada de la formación y conciencia en nuestra población para administrar, adoptar o contrarrestar todos los efectos que aquella viene presentando en el país. La educación, formal y no formal, solo logran procesos sociales de adaptación como consumidores a la nueva realidad económica y tecnológica del mundo y no es suficiente. 

Si queremos un país sin contrabando, sin evasión sin corrupción, en donde la ilegalidad y el delito sean cada vez más imposibles, debemos fortalecer, coordinadamente, los procesos de orientación y control hacia las actividades económicas, junto con los procesos de formación y educación de las personas en el ejercicio de una ciudadanía responsable, solidaria y comprometida con un país que no es ajeno sino, que le pertenece a todos los colombianos.

En este sentido, el Estado y la DIAN tienen la responsabilidad de controlar todas las operaciones económicas y el compromiso con la formación de  nuevos ciudadanos. El ejercicio social de actividades  económicas legales propicia la presencia de empresarios y trabajadores responsables, y la mejor educación de estos y de sus familias, garantiza la prosperidad y convivencia en una Colombia pacífica.   


Cultura de la Contribución, un compromiso de construcción colectiva de sociedad y bien común.

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